23 nov 2008

"¿A QUE NO TE LO CREES?"

Preferí quedarme tumbado
debajo de esta fresca higuera
antes de seguir caminando
con esta inmensa borrachera
y esperar las claritas del día
con mi resaca mañanera
para seguir por este camino,
que creo que al cortijo me lleva.

_Dios mío, que dolor de cabeza._
_Dios mío, que vomitera._
_¡¡Cuidado, que no me da tiempo!!_
_Madre, que balaguera._

Estoy hecho un asco,
estoy que doy pena,
y encima mi sombrero ha encogido,
mis botas se me empiezan a estirar,
los pantalones los tengo rotos
y mi nariz para que contar.
Mala suerte la mía,
no recuerdo nada,
mala suerte la mía,
ahora empiezo a recordar
que todo comenzó, -(y aún no ha terminado)-
cuando salí para hacer unos recados
del cortijo por el Sr. D. Juan mandados.

_Dios mío, que dolor de cabeza._
_Dios mío, que vomitera.-
_¡¡Cuidado, que no me da tiempo!!_
_Madre, que balaguera._

Como iba contando, salí hacia el pueblo
haciendo camino por el campo,
cuando en una encina me paré,
casualidades de la vida
en buena hora descansé,
pues, a cierta distancia observé
que en la rama de una retama
algo colgando pude ver.
Como de camino me caía,
hasta ello me acerqué,
-no sin cautela previamente-
y sorpresa me llevé,
pues, una bolsa de cuero era
y monedas dentro hallé.
Veinte monedas había,
veinte monedas conté
y guardándolas con alegría,
dando gracias, al cielo miré.
Proseguí dichoso mi camino,
mejor que lo empecé,
pues ya estaba pensando
con estos cuartos lo que hacer.

_Dios mío, que dolor de cabeza._
_Dios mío, que vomitera._
_¡¡Cuidado, que no me da tiempo!!_
_Madre, que balaguera._

Según iba pensando,
con un arroyo me topé
y al coger impulso para saltarlo
en la orilla resbalé,
cayendo mi sombrero al agua
y empapándome los pies.
Como resortes, mis manos a la talega,
por si el botín pude perder,
pero allí estaban las perras
que yo mismo coloqué.
Tras incorporarme y comprobar
que mi persona estaba bien,
recuperé mi sombrero del agua
que no quería perder,
reliquia de paño negro
que hace poco que heredé,
y vaciando el agua de mis botas,
en marcha me puse otra vez.

_Dios mío, que dolor de cabeza._
_ Dios mío, que vomitera._
_¡¡Cuidado, que no me da tiempo!!_
_Madre, que balaguera._

Ya me faltaba poco para llegar,
pues tras unos olivos
el campanario de la iglesia, lo veía asomar
y por no querer los olivos rodear,
saltando por una pared
quise atrochar,
enganchándose mi talega en una piedra,
y dos vueltas de campana me hizo dar
dando de bruces contra el suelo,
besando el olivar.
Por fin llegué al pueblo
y en un calizo me puse a descansar,
cuando, dos malandrines de poco pelo
y gran descaro, me quisieron asaltar
y ante mi negativa se produjo un forcejeo
que yo solo no podía ganar,
robándome mis veinte monedas los ladronzuelos
y las monedas del Sr. D. Juan.

_Dios mío, que dolor de cabeza._
_Dios mío, que vomitera._
_¡¡Cuidado, que no me da tiempo!!_
_Madre, que balaguera._

Ante mi impotencia y desesperación,
no me quedó otra alternativa
que ir a la taberna del Antón
donde suelen ir amigos míos,
que ninguno había en esta ocasión.
Me senté en una camilla,
en espera de alguna aparición
para pedirles ayuda monetaria
y mejorar la situación,
y entre espera y espera una jarrilla
y en la jarrilla pitarra del mejor
mientras le daba vueltas a todo esto
para darle solución.
Al cabo de un rato,
mis dolores no eran tantos,
al cabo de un rato,
demasiado calor,
al cabo de un rato,
la solución no era un problema,
al cabo de un rato,
el problema era yo,
y al cabo de todos esos ratos………
Preferí quedarme tumbado
debajo de esta fresca higuera
antes de seguir caminando
con esta inmensa borrachera
y esperar las claritas del día
con mi resaca mañanera
para seguir por este camino
que creo que al cortijo me lleva.


La mente a veces traicionera
hace ver cosas que no son
y no ser las que eran,
como en este caso mío,
que todo el mundo había pensado,
que en una juerga,
las perras me había gastado
y por cúmulo de circunstancias
ha sido todo lo contrario.


SANTIAGO SERRANO BRAVO.

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